La parroquia de San Jose Obrero

A la parroquia de San José Obrero le tengo un cariño especial porque siempre me han echado una mano cuando me he visto solo. Recuerdo al P. Gabriel, benemérito sacerdote, que consiguió construirla superando muchas dificultades, y que ahora viene de vez en cuando a dar una vuelta porque no se olvida de Coslada.

Luego coincidí con el P. Santiago, al que en este momento le han hecho provincial de la Congregación y por eso lo vemos poco. Un hombre valioso, agradable, elegante en lo humano y en lo intelectual. Cuando se fue ocupaba el cargo de arcipreste, y lo echamos mucho de menos porque tenía las ideas claras en la pastoral y era valiente en los planteamientos que había que llevar a la práctica.

Ahora está de párroco de San José al P. Isaías, un ilustre leonés que lleva tantos años en Madrid, que me temo se le olvide como se llama el río que pasa por Cea. También es un buen sacerdote que goza de prestigio en todo lo que se refiere al acompañamiento pastoral del matrimonio. En todos ellos he encontrado excelentes amigos, y siempre una mano amiga para la parroquia de Covadonga.

Tampoco quiero olvidarme del P. Nacho, ni del P. Mayo, que los dos, durante muchos años, han trabajado y siguen luchando con los chavales de los institutos madrileños, además de colaborar en la parroquia y en la pastoral de Coslada. A Nacho hace más de dos años que le debo un queso de Cabrales, y pienso pagarlo por los muchos favores que me ha hecho. Al P. Mayo lo aprecio un montón por su bondad y porque lleva en el corazón la ría de Muros y la sabiduria que tienen los gallegos por todo lo que han tenido que aguantar.

Lo que yo quería "retratar" aquí es esta fiesta de San José Obrero, que es un santo muy metido en Dios y a la vez muy humano, porque hombres así son los que hacen falta en estos tiempos recios y confusos como los nuestros. Y, por supuesto, recordar a estos amigos que son como las manos y el corazón de San José en esta Coslada nuestra de cada día.