domingo, 27 de mayo de 2007

Domingo de Pentecostes


"Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra", hemos rezado hoy con el salmo 103. Y es que el Espíritu Santo es el autentico renovador de este viejo y pícaro mundo.

El Espíritu Santo es ese profesor invisible que nos cambia por dentro, lo mismo que un buen profesor cambia las almas de sus alumnos, así lo hace el Espíritu Santo con nosotros. Este profesor quiere que seamos parecidos al Hijo, a Jesús, que hacía siempre la voluntad del Padre. Por eso, si tú le tratas, le escuchas a través de la Palabra, y le obedeces, él hará que te parezcas a Jesús, el auténtico Hijo de Dios.

La Iglesia es una gran orquesta con instrumentos diferentes, y es que las personas, los pueblos, los paises, las culturas son todas diferentes, aunque pertenezcan a la Iglesia. Gracias al director se consigue que instrumentos tan diferentes no se peleen y contribuyan a que suene una melodía agradable para los amantes de la música. Bueno, pues el director de esa gran orquesta que es la Iglesia es el Espíritu Santo, y él es el que consigue que personas tan diferentes como somos tu y yo, vivan y realicen la unidad y la comunión.

También el mundo es muy diferente por sus gentes, sus culturas, sus religiones sus planteamientos políticos o sociales, y él no nos deja solos porque también contribuye de manera misteriosa al entendimiento entre todos los hombres y los pueblos de la tierra. El Espíritu Santo sin ruido, con sus inspiraciones sigue trabajando los corazones por dentro para esta historia de salvación que se recapitulará en Cristo Resucitado, para que un día lo sea "todo en todos".

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