lunes, 26 de marzo de 2007

Charlas cuaresmales: Leer la vida ordinaria desde Dios


Hablar de Dios de modo que se entienda un poco mejor su misterio, esa es la tarea de las tareas de un cura. Yo creo que hace falta ser un santo para hablar bien de Dios porque los que no somos santos nos tenemos que conformar con pequeños balbuceos cuando hablamos de Dios.

Nadie niega que Dios es un misterio. Y eso quiere decir que sobrepasa con mucho nuestra inteligencia. Menos mal que Dios se ha revelado y nos ha abierto la puerta de su intimidad un poquitín. El nos ha revelado su nombre Yavéh, que quieres decir el que está contigo para salvarte, para liberarte. Ahí está toda la historia del pueblo de Israel para contemplar todas las cosas grandes que Dios ha hecho por ellos.

También Jesús nos ha acercado al misterio de Dios, llamándolo Padre, y diciéndonos que le tratemos como a un Padre, con esa confianza filial con que él le trataba. Antes de Jesús nadie se atrevía a tratar a Dios con esa familiaridad, con esa cercanía, con ese cariño.

Y el apóstol San Juan (1Jn, 4.16) remata magistralmente este tema, diciendo que Dios es Amor. Esa es la mejor definición de Dios que abarca todas las demás. Todo lo que se puede decir de Dios se encierra en estas tres palabras: Dios es amor.

Por eso te invito a vivir la vida desde Dios como lo han hecho todos los grandes santos: San Pablo, Santa Teresa, San Juan de la Cruz...todos. Este tiempo de cuaresma es para que saquemos brillo a la fe, a la esperanza, a la caridad. Eso es lo mismo que mismo que leer la vida a la luz de Dios, a la luz de su voluntad.

Si te fijas bien, tu y yo, leemos nuestra vida a la luz de la tele, del cotilleo, de lo mal que está el mundo, del egoismo...como siempre nos concentramos en esas cosas pasajeras y de poco valor, con estos antecedentes nuestra vida carece de densidad, de hondura, de amor...por eso somos tan pesimistas.

Esta semana de pasión te pido que veas menos la tele, que te metas más en Dios, que le busques durante el día, y luego que reces el Padrenuestro despacio, que hables con Dios como se habla con un padre, quizá Dios te abra un poco su intimidad, te deje entrar en ese volcan de amor...y empieces a leer tu vida de cada día de acuerdo con su voluntad.

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